PUERTAS
 
Puertas, puertas que abren y cierran, que esconden secretos… Testigos silenciosos. Manos que sujetan picaportes, temblorosas, rápidas, lentas.
Esa noche, la madre de Ernesto, tapó cuidadosamente a su hijo, volvió a acariciarlo. Un último suspiro, una mirada, y cerró la puerta.
Pensó:
__Volveré a buscarlo, tendrá una vida mejor.
No podía seguir viviendo en ese lugar. Desde niña quiso ser actriz, pero sus padres se opusieron, quizás ese fue el motivo de su casamiento. Era muy joven y creyó que su vida cambiaría. No soportaba la pobreza y Santiago su novio, le ofrecía una vida mejor. No fue así.
Por fin, se presentó la oportunidad. La habían aceptado. Su figura, su rostro y las ansias de triunfar apuraron el trámite. Aceptó irse del lugar y seguir a esa compañía de teatro que le ofrecía ser lo que siempre quiso: actriz.
Entonces otra puerta,  rústica, descascarada, la de la calle se cerró de golpe., como la etapa que dejaba.   Ya estaba afuera. Se prometió a si misma que volvería a buscar a su hijo. Luego persiguió el triunfo para paliar la nostalgia…
Llegó frente a otra puerta  que la esperaba. Era la hora indicada. Adentro, luces, música, alcohol. La recibieron bien…
Más tarde traspuso otra puerta, la de su cuarto. Debía compartirlo con otras mujeres que también soñaron con el triunfo… Entonces comprendió la realidad… Viajes, hombres, mentiras, amores comprados, prostitución.
El triunfo estaba muy lejos, igual que su hijo, porque nunca volvió al pueblo. Fue vergüenza quizás?...
Puertas adentro escondió su dolor.
Y ahora, se abría otra puerta que la enfrentaba a esos tres muchachotes altaneros que la miraban provocadores, con descaro.
Los reconoció, compañeros de primaria de Ernesto…, compañeros de la escuela! . Venían por su cuerpo,…o…?. Se cerró el deshabillé y con angustia preguntó: ¿ Y Ernesto?
Entonces resolvió, que ella, nunca más  abriría esta puerta.
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Elsa Alcira Mármora., “Registro de Vida”- Cuentos y Relatos. Presentación: 5ª. Feria del Libro-Mar del Plata Puerto de Lectura, Editorial Martin 2009.

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LA CLANDESTINA.
(Julieta )
Los escuchó buscarla.”Ellos”, estaban próximos. Sería “presa” en sus manos. Acurrucada. Le dolían los pies, sentía sed y su ropa estaba hecha jirones. En su huída repasó esos últimos años, viviendo casi siempre en la montaña, perseguidos. Ahora, Emiliano estaba muerto. Había caído en una celada junto a sus hombres, y ella, entre otros, por haber sido mujer del caudillo, sería otro botín en sus manos. Los que quedaban, eran buscados. Seguirían su misma suerte.
Recordó, cuando apenas viuda, dedicada al cuidado de sus hijos, llegaban noticias de la revolución y de sus líderes, peleaban por derechos justos para los campesinos. ¿Acaso no eran parte del pueblo?. Hombres como todos, eligiendo la lucha por sobre la aceptación u olvido del sentimiento-idea de justicia.
Más atrás, en su memoria, imágenes de sus días infantiles, cuando en la escuela le enseñaban catecismo y valores supremos: patria, familia, honor, sacrificio y obediencia.
Su familia, semi - burguesa , de horarios, mandatos, tradición y formas , impedía toda manifestación fuera de lo tradicional y aceptado por esa sociedad de principios de siglo.
Siendo adolescente-algunas veces se encontraba con su prima Fernanda y charlaban cómplices. Fernanda, con temor, prudente, ahogaba con miedo sus desbordes. Sus ideas eran las tradicionales, una mujer no podía atreverse a más, su camino estaba señalado.
Las dos vieron la luz en la época en que: “...nacían las mujeres condenadas al bastidor de bordar y al marido que les elegían...”(l).
Y ella había sido obediente y casta , aunque en sus noches se debatía en la guerra inacabable entre la pasión y la razón. Al quedar viuda, obedeciendo un mandato íntimo, decidió, por encima de las consignas familiares, de las críticas y la “vergüenza”, romper moldes, abrirse al mundo,  a esa época incierta de mudanzas y luchas. Quería justicia en su Patria.
Por ese entonces, su prima Fernanda ,con la cual, aún opuestas en su forma, se querían, había conocido –por otro hombre- el disturbio, el desorden y guerreaba su propia lucha entre pasión y razón. ¿Correría tras alguna idea peregrina y loca?, seguramente no, ella nunca abandonaría su hogar y amados deberes. Por eso, sin culpa, como predestinada, aceptaba esa clandestinidad, segura de que pronto acabaría.
Habló con Fernanda, sus hijos estarían cuidados por ella y protegidos en ese hogar burgués. No podía arriesgarlos a lo que sentía era su destino.
Emiliano, demasiado fuerte y viril para ignorarlo o despreciarlo. La miró una vez en la Iglesia, cuando todavía era un campesino sin arrogancia, igual a todos pero fuerte en la idea. Llegaban noticias de sus luchas en el Sur y decidió buscarlo en Morelos. Para ese entonces él era el líder de la insurrección. Solo verlo, había cambiado. Su aspecto era el de un revolucionario armado, viril, fuerte dominante y dominado por la idea. La miró, pareció penetrar en su mente: mujer en guerra entre la pasión libertaria y la paz que da la doméstica mesura.
La alentó a unirse a la causa, calentó su corazón con ideales y trajo tibieza a su cuerpo con una mirada posesiva y acariciante, que se repitió día tras día hasta vencerla.
En su primera noche con él, dividida entre la culpa y el deseo, pensó para sí: “te amaré mientras seas fiel a las ideas y a la causa”.Y lo había sido. Con él aprendió. Se hizo fuerte con la dureza de la lucha, en la clandestinidad, sabiendo que cada día podía ser el último.
Quizás por ello, el miedo al olvido y el misterio de la muerte - del que tantas veces, con miedo, habían hablado con Fernanda-, y que siempre la perturbaron, volvían recurrentes.
Y ahora, como siempre, clandestina, acurrucada en un albergue sucio en la montaña, presintió que se develaría el misterio. Un minuto más?. Volvió a su vida : pantallazos intermitentes, su patria, sus hijos, Emiliano-la pasión; Fernanda, la lucha, sus compañeros..., victorias, derrotas, muertes...y otra vez, más rápido, vertiginosamente, imágenes quebradas, retazos de vida, colores, lágrimas, una aguda presión en su garganta, el corazón galopante , sofocándola...
“Ellos”, llegaron.
Y sus ojos abiertos,  muy abiertos, entraron al misterio.
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(l) Galeano, Eduardo, MUJERES, Alianza Editorial S.A. Madrid, 1995.
Versión libre, desde un personaje-inspirado en “Las Tías”, de Angela Mastretta por Alicia Mesa Garbin.
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La Prostituta de la India.
 
El rey Asoka fue informado sobre la existencia de una mujer capaz de realizar extrañas maravillas. Rodeado de su corte,  se acercó a las orillas del río Ganges para conocer a esa misteriosa dama.
Para su sorpresa se encontró con una anciana pobremente vestida. ¿Esta es la famosa sabia?. Entonces la mujer, con un solo gesto de sus manos hizo remontar el Ganges al revés, y por un buen rato las aguas del inmenso río corrieron de la desembocadura al nacimiento.
Conmovido por el portento, el rey quiso saber quién era la mujer que tenía semejantes poderes, qué había hecho en su vida para merecer ese don. Esa mujer, le dijeron los lugareños, había sido una prostituta muy conocida en la ciudad de Pataliputra.
Los sabios de la corte hablaron de alucinaciones y cuestionaban la realidad del prodigio. Pero el rey Asoka quiso conocer más profundamente a su autora y decidió conversar con ella.
__Puedo mucho-le dijo la mujer- puedo también derribar las torres con mi aliento y convertir las montañas en desiertos de arena. Puedo quitarte el trono y arrojarte a los abismos.
Después de ver y sentir personalmente un par de demostraciones, el rey no tuvo ningún interés en seguir poniendo a prueba las palabras de la prostituta. Temblando de miedo y lleno de respeto, le preguntó de dónde le venía semejante poder, qué le permitía hacer tales prodigios.
__Se trata de mi oficio-dijo la antigua ramera- y de la forma en que lo ejercí. He conocido muchos hombres. Algunos eran príncipes y otros eran ladrones. Tuvieron mi cuerpo, soldados, campesinos y artistas. Sabios y tontos, pobres y ricos. A todos  traté por igual. Ninguno tuvo privilegios, ninguno fue menospreciado. A pesar de sus diferencias, todos recibieron de mí…, los mismos favores. No fui servil con los poderosos, ni desdeñosa con los humildes. Ese es el secreto de mi poder
Y el rey Asoka, que era considerado el mejor de los reyes, supo que aún tenía mucho que andar, mucho que aprender.
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Cuento búdico, que narra el milagro de hacer correr un río hacia su nacimiento. Aparece en varias narraciones de la antigüedad, y rescata la perfección de aquellos que han sabido mantenerse ecuánimes a lo largo de su vida, y que aún en lo más bajo de la escala social, es posible encontrar la santidad.
 

de tradición oral.
 

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